Vivir en Madrid, tiene una gran ventaja si te gusta el turismo rural, pues a escasos kilómetros de la capital española se pueden disfrutar y contemplar pueblos y villas de gran belleza y con una profunda historia. Realmente son muchos los lugares que pueden visitarse, todo depende del tiempo que se tenga naturalmente y de lo que se busque. En esta ocasión, nosotros contábamos con un solo día, un gélido y luminoso domingo de Enero de 2011, y como queríamos aprovecharlo bien, optamos por ir a ver dos pueblos medievales, situados en la Provincia de Segovia: Pedraza y Sepúlveda.
Salimos en coche desde Madrid sobre las 12, sin madrugar demasiado, tomamos la carretera de Burgos, A1, y a través de ella acompañados de unas bonitas vistas de la Sierra de Madrid, fuimos recorriendo los 126 km. que nos llevarían al primer pueblecito, Pedraza. Otra opción es tomar la autovía A6 desde Madrid, pasando por Segovia, pero a nosotros nos venía mejor la primera opción. Muestro en este imagen que he encontrado las dos posibles opciones para llegar desde Madrid:
A medida que nos aproximábamos a Pedraza, sorprendía lo bien conservadas que se encontraban sus murallas y como este pueblo se imponía en medio del gran valle que lo rodeaba.
Al llegar, aparcamos el coche en una zona muy amplia que encontramos al lado del castillo y desde allí comenzamos nuestra visita, que nos transportaría a otra época de la historia, sumergiéndonos por sus estrechas y empedradas callejuelas, tranquilas y llenas de edificios y de casonas antiguas, la mayoría con escudos o blasones de piedra en sus fachadas, recordando cuan espledorosa, rica y noble fue esta villa allá en los siglos XVI y XVII. Y es que en Pedraza, no sólo vivieron muchos nobles sino que los ganaderos más ricos acudían a avecindarse en la villa, para que sus ovejas merinas pastaran en los prados comunales. La lana de estas ovejas era famosa en toda Europa, de forma que abastecían a los talleres de Brujas y Florencia, entre otros, a través de la tupida red de cañadas.
Después del paseo por el pueblo, donde luego veréis que goza de unas vistas preciosas del valle que lo rodea, decidimos disfrutar de la gastronomía del lugar, muy famosa por sus asados de cordero, lechal o cochinillo. Primero nos tomamos un rico aperitivo en La Taberna de Mariano, un sitio único, muy antiguo y con un gran encanto, situado en la Plaza Mayor, donde nos supo a gloria, el vino y las cañas que nos pedimos, acompañadas de media ración de chorizo ibérico. Después, nos dirijimos a comer a un restaurante asador muy conocido en Pedraza, localizado también en la Plaza Mayor, llamado El Yantar de Pedraza. Como éramos cuatro personas, compartimos, una ración de deliciosas croquetas de jamón, otra exquisita ración de cecina con almendras, unas patatas revolconas y 1/4 del famoso asado de lechal. Estaba todo riquísimo y calidad precio fenomenal. El café lo reservamos para Sepúlveda.
Hicimos muchas fotos, asi que os paso una selección de las mismas para que os animéis a venir a este lugar tan pintoresco:
Dejamos Pedraza después de comer, para dirigimos a Sepúlveda, situada a tan sólo 28 km de Pedraza. Sepúlveda se encuentra ubicada junto al Parque Natura de Las Hoces del Rio Duratón, un lugar de gran interés tanto paisajístico como artístico. Tenemos pendiente una excursión por allí, así que reservo mejor la historia para ese momento.
El entorno donde se encuentra esta villa medieval de unos 1.300 habitantes, es de una singular belleza, al estar incrustada en una Peña que se asoma al Rio Duratón. Y es que Sepúlveda se encuentra situada entre dos cerros, Somosierra y la Picota, y entre dos ríos, el Duratón y uno de sus afluentes, el Caslilla.
Aparcamos el coche, y comenzamos a callejear por las empedradas y empinadas calles de la villa, y a descubrir los rincones, monumentos, restos de muralla, e iglesias que este bonito lugar nos ofrecía. Subimos hasta la Iglesia de El Salvador, de estilo románico del s. XI, desde la que contemplamos unas vistas espectaculares del cerro de Somosierra y paseamos por la Plaza mayor, rectangular y parcialmente porticada. Luego para calentarnos un poquito, nos tomamos un café en una de las cafeterías del lugar y para dar un final dulce a nuestra visita, decidimos comprar en El Obrador "El Mirador", una Torta de San Miguel, dulce típico de Sepúlveda, hecha de aceite, harina, nueces, pasas y anis. Todo artesanal y con una pinta...que era muy dificil resistirse...
Con estas últimas fotos de Sepúlveda, que espero que os hayan gustado, finalizo este relato. Ya me contaréis vuestras impresiones si algún día os decidis a visitar estos dos lugares!